Escrito por: Mg. Evelina Cárdenas Llamosas.
Docente de la Escuela Profesional de Educación Inicial.
En la quietud de la noche que madre o padre no se ha puesto a contemplar a sus hijos dormidos, tal vez la mejor lección que nos ha dado la pandemia es detenernos a pensar en lo que es más valioso.
Muchos “adultos” hemos vuelto la mirada a la niñez a esos pequeños que dejaron de llenar los parques con sus juegos, extrañamos pasar por un colegio y sentir esos gritos de alegría que nos hacen sentir que están en recreo, que están jugando y que son felices, que a muchos adultos nos hace añorar nuestra época en que solo nos teníamos que preocupar por jugar.
Nuestros niños cambiaron su mundo de la noche a la mañana y lo más triste es que a muchos de ellos no se les explicó de manera muy clara porque debían quedarse en casa, y cuando acabaría “el encierro” y tal vez porque ni los mismos adultos teníamos respuestas y porque no decirlo, vivimos en un mundo donde tenemos que hacer todo tan rápido y responder a tantas exigencias, nos quejamos que nos faltan horas al día, muchas veces estamos tan apurados que no nos detenemos ni hablar con nuestros hijos y suponemos que ya deben saber las cosas, que los profesores ya se lo van a explicar, o simplemente pensamos que son pequeños y no se dan cuenta.
Tenemos tantas oportunidades para aprender de los niños, tienen tanto que enseñarnos, pero hay tantos distractores que nos mantienen desconectados, y luego nos hacemos las preguntas ¿Qué está pasando con la sociedad? ¿Por qué tanta indiferencia al dolor? ¿Por qué hay tan poca empatía?
Si vemos el juego en el niño desde sus primeros años, desde la más tierna edad, son juegos de tanta ternura, inocencia, fantasía, creatividad, cooperación, ensueño, alegría desbordante, son ellos mismos, son súper héroes, dinosaurios, no hay discriminación, no juzgan, ni etiquetan.
En sus juegos hay tanta curiosidad y exploración tan importante para el aprendizaje, que si supiéramos los adultos cuan valioso es el juego en la vida del niño no nos atreveríamos ni siquiera a pensar o reclamarle a esa maestra de Educación inicial que pierde el tiempo jugando en lugar de enseñarle a leer, hacer fichas como lo hacen en otros colegios, y que aprenda contenidos para que “ sea exitoso a futuro”, cuando estamos descuidando lo más valioso, su presente, los llenamos de angustia, porque le hacemos creer que no es tan bueno como sus otros compañeros que ya están logrando tales “contenidos” no respetamos sus procesos madurativos y su necesidades..
Todos necesitamos jugar, reír, jugar aprendiendo música, liberar ese estrés por salud mental, y que mejor que hacerlo con nuestros niños, ellos no son el futuro, son el presente.